En el Viejo Mundo occidental y en América, para beber en las comidas, normalmente, es decir para personas que no deben seguir indicaciones médicas (o religiones) en contra, las preferencias están entre el vino y la cerveza. No ha sido siempre así; las dos bebidas tienen un origen muy antiguo; tanto los babilonios como los egipcios y los asirios las contaban entre sus preferidas, si bien en el caso de los egipcios era la "debilidad del nivel popular y el vino en las clases superiores. Que los antiguos romanos preferían el vino lo comenta constantemente la historia, no tan promocionada la cosa, en la misma época, entre los griegos, que vaciaban las ánforas llenas del noble producto de la vid y menospreciaban la cerveza", digna de ios que no tenían paladar, mas habría que preguntar si los griegos actuales están de acuerdo con sus ancestros. Para galos e hispanos, la cerveza era lo más usual en las mesas, si bien falta aclarar que la antigua no era muy semejante a la actual.
Los romanos, realmente, han sido los mayores difusores, entonces, de tres productos básicos: el trigo, utilizado para el pan; el olivo en su aceite y el vino de vid. Muy aceptados los tres en tierras ubicadas en latitudes propicias europeas, los pueblos del Norte, especialmente, no podían lograr en su suelo trigo, sí cebada, con cuya harina se obtenía un pan oscuro.
El aceite de oliva se reemplazaba con grasa de cerdo y el vino, imposible cultivar una vid, pero tenían tal abundancia de cebada que se dedicaron a fermentarla, en primer término para hacer pan y con lo que quedaba, algo así como para no desperdiciarlo.., se hacía cerveza que se adoptó masivamente, convirtiéndose estos países en verdaderos pueblos "cerveceros"... Aun en los siglos que siguieron, cuando fue posible hacer llegar el vino, descubrieron que les seguía gustando más la cerveza, como una tradición.
España, probablemente el país más influyente en nuestro paladar junto con Italia, tuvo una época, la de Carlos I, nacido y criado en Flandes, adicto a la rubia y espumosa bebida que trató de popularizar, la muy buena cerveza española que los turistas actuales gustamos servida "bien tirada" en las "cañas" que compiten con el jerez y otros vinos al degustar la gran selección de "tapas" con que se acompañan. Pero el vino siguió triunfando y así, indudablemente, llegó al Nuevo Mundo en los barcos españoles junto con los misioneros y soldados, una bebida que podría decirse imprescindible a ambos, a los sacerdotes para celebrar misa y a los soldados les agradaba tanto que era inconveniente cargar el barco con un peso excesivo de cerveza...
Luego llegaron las vides y fue mucha la tierra americana, virgen, rica, con todos los climas propicios, que eligieron para plantarlas, entre ellas varias zonas nuestras, con el mayor éxito.
Los romanos, realmente, han sido los mayores difusores, entonces, de tres productos básicos: el trigo, utilizado para el pan; el olivo en su aceite y el vino de vid. Muy aceptados los tres en tierras ubicadas en latitudes propicias europeas, los pueblos del Norte, especialmente, no podían lograr en su suelo trigo, sí cebada, con cuya harina se obtenía un pan oscuro.
El aceite de oliva se reemplazaba con grasa de cerdo y el vino, imposible cultivar una vid, pero tenían tal abundancia de cebada que se dedicaron a fermentarla, en primer término para hacer pan y con lo que quedaba, algo así como para no desperdiciarlo.., se hacía cerveza que se adoptó masivamente, convirtiéndose estos países en verdaderos pueblos "cerveceros"... Aun en los siglos que siguieron, cuando fue posible hacer llegar el vino, descubrieron que les seguía gustando más la cerveza, como una tradición.
España, probablemente el país más influyente en nuestro paladar junto con Italia, tuvo una época, la de Carlos I, nacido y criado en Flandes, adicto a la rubia y espumosa bebida que trató de popularizar, la muy buena cerveza española que los turistas actuales gustamos servida "bien tirada" en las "cañas" que compiten con el jerez y otros vinos al degustar la gran selección de "tapas" con que se acompañan. Pero el vino siguió triunfando y así, indudablemente, llegó al Nuevo Mundo en los barcos españoles junto con los misioneros y soldados, una bebida que podría decirse imprescindible a ambos, a los sacerdotes para celebrar misa y a los soldados les agradaba tanto que era inconveniente cargar el barco con un peso excesivo de cerveza...
Luego llegaron las vides y fue mucha la tierra americana, virgen, rica, con todos los climas propicios, que eligieron para plantarlas, entre ellas varias zonas nuestras, con el mayor éxito.
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